Restauración Abrazada a La CruzMuestra

¿Mi decisión? La universidad 

El ser humano tiende a bloquear los recuerdos que le han causado heridas vergonzosas, sin darse cuenta que esas heridas, socavan su esencia y terminan consumiendo el gozo y sus  sueños. 

Lo que debes de saber es que si no hablas y sanas, tarde o temprano todo ese dolor va a salir de ti y tal vez de la peor forma, hiriendo a los que están a tu alrededor,  a tu cónyuge o incluso a ti mismo. Evitando la oportunidad de amar y vivir plenamente

Confesar: ¡Yo no quería! ¡Yo no quería que pasara! Puede ser la oración que abre el camino a tu libertad. Yo sí te creo, sí creo que no lo querías, sí creo en tu inocencia y sí creo que no fue justo.

Por eso quiero presentarte a Jesús, quien es el que sana tus heridas, Él es quien te hace justicia.

La justicia divina comienza con el perdón. Sí, es perdonar al agresor y  liberarte de la cautividad emocional, del rencor y el resentimiento que has almacenado en tu corazón. 

Perdonar se refiere a usar tu voluntad para dejar en libertad a esa persona que te robó. Significa llevarla ante Dios y dejar que Él se encargue de ella y su destino, mientras tú sigues adelante sin cargas del pasado. 

Es difícil volver a esa escena. Pero solo irás una vez más, para decirle adiós al tormento de ese recuerdo. 

Quiero guiarte a una oración de sanidad en tu corazón.

Señor Jesús, hoy decido recibirte en mi corazón y dejar que me sanes, uso mi voluntad para perdonar a la persona que abusó de mí, que me violó o me envolvió para hacer algo que estaba en contra de mi voluntad, dañando mi estima y mi cuerpo. Hoy reconozco que había bloqueado ese recuerdo en mi mente por vergüenza, pero hoy decido dejarlo en el pasado y dejar que tú, Jesús, hagas justicia sobre el dolor. 

Me dispongo a dejar el pasado atrás y abrazar las promesas que tú has conquistado en la cruz del Calvario para mi vida. En el nombre de Jesús, amén.