El Regalo De Dios Para La HumanidadMuestra

 “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca” (Leer, Isaías 53:1-7).

Querido (a) amigo (a), una de las canciones navideñas más queridas alrededor del mundo es “Noche de Paz”, traducida a más de 300 idiomas, en su estrofa de apertura se canta acompañado por guitarra: 

Noche de paz, noche de amor,
Todo duerme en derredor.
Entre sus astros que esparcen su luz
Bella anunciando al niñito Jesús
Brilla la estrella de paz
Brilla la estrella de paz…

(…) Sin duda, hay algo especialmente conmovedor al reflexionar, a través de este villancico, sobre todo lo que ocurrió en esa hermosa noche santa y silenciosa hace mucho tiempo cuando nació Jesús.

Pero, lo realmente sorprendente es descubrir que también el Profeta Isaías aproximadamente setecientos veinte años antes del nacimiento del Mesías, profetizó acerca de otra noche silenciosa en la vida de Jesús; quien, aunque era inocente, "Sería oprimido y afligido" por el sufrimiento y martirio durante su arresto y posterior juicio; "Fue llevado como un cordero al matadero", pero por amor hacia ti y hacia mí, "No abrió la boca".

Cuando sus perseguidores hicieron acusaciones falsas sobre su vida y ministerio, Jesús no dijo nada. Mientras estuvo colgado en el madero de la cruz por casi seis horas, solo pronunció unas breves frases, y cuando la oscuridad cubrió la tierra y “Fue como de noche durante unas tres horas”, Dios y Jesús guardaron silencio (Mateo 27: 12-14, 45-50).

Querido (a) amigo (a), quizás te encuentres sufriendo en silencio en esta Navidad, hay cosas que tal vez no quieras compartir con nadie, o tal vez tus noches se te hacen largas, silenciosas y solitarias, porque no hay nadie a tu lado para escucharte. “¡Si es así!”, recuerda que Jesús sabe lo que es sufrir en silencio, Él también vivió su noche oscura del alma.

Jesús conoce nuestro sufrimiento y promete que incluso en las noches más silenciosas, su santa presencia está con nosotros; no estamos solos. De la misma forma en que les prometió a sus discípulos después de resucitar que “¡Nunca más estarían solos!”, también nos lo dice a nosotros: "Yo estaré con ustedes siempre, hasta el fin de los tiempos" (Mateo 28:20).