La Tercera LeyMuestra

Sobre la base de una mente renovada, Dios concede una visión sobrenatural. El Espíritu Santo obra mediante los sueños y las visiones. Dios no hace acepción de personas, porque da visión a los jóvenes y sueños a los ancianos. Ahora bien, la visión no es un objetivo planteado por el hombre, así como tampoco es una declaración de mis ambiciones personales. La visión es la acción de visualizar lo que Dios quiere hacer a través de mi vida mediante el Espíritu Santo. La visión divina da a luz nuevas realidades.

En su regreso desde las tierras samaritanas a la ciudad de Jerusalén, Felipe no podía dejar de sorprenderse, pues la obra redentora de Dios había sido impactante. Sin embargo, el ángel de Dios le dijo que se dirigiera a Gaza. ¡Un momento! ¿Gaza? Pero si era un desierto (Hechos 8:26). La probabilidad de encontrarse con alguien en el desierto era nula. A nadie se le hubiera ocurrido esto. Pero así funciona la visión. Fue en medio del desierto que Felipe se encontró con un etíope eunuco, alto funcionario encargado de todo el tesoro de Candace, reina de los etíopes. Cuando Felipe anunció el evangelio, el eunuco inmediatamente recibió a Jesús y fue bautizado (Hechos 8:35-38).

Si Dios le ha concedido una visión, obedezca a ese llamado por más que parezca un desierto, porque nuestro Dios es un Dios bueno que hace florecer vida en el sequedal, y hace fluir corrientes de aguas en el desierto. El destino de su vida dependerá de lo que usted visualice. Por tanto, contemple en Jesús, el perfeccionador de nuestra fe. Levante su vista, y visualice la visión con los ojos de la fe, puesto que usted es un hombre, una mujer del Espíritu Santo.