DesgastadosMuestra

Probablemente ya te ha pasado: te acuestas a dormir y te despiertas más cansado de lo que estabas antes. Eso es una clara señal de la ausencia de reposo y presencia de desgaste. 

Algunos confunden descanso con estar aplastados o sin hacer “nada”, pero eso no es necesariamente renovador. Puedes estar físicamente inactivo, pero emocionalmente afanado y mentalmente en incensaste carrera. 

Es necesario renovarse y darle descanso al alma, ya que, sin dicho descanso, la vida llega al límite del hartazgo. 

Esa fue la experiencia del profeta Elías: “se sentó a su sombra con ganas de morirse. «¡Estoy harto, Señor! 1 Reyes 19:1-15)

Él trabajó muy duro, por mucho tiempo, haciendo lo bueno por buenas razones; sin embargo, no cuidó los límites, se excedió y eso le llevó a desplomarse. Si llegaste al hartazgo o sabes que estás al límite, que estás seco y deteriorándote, es tiempo de que te detengas y hagas cambios radicales antes de que te destruyas. Ahora bien, si no lo estás, pero estás en camino, no te engañes, todo el que se extralimita, en cualquier momento, se desgastará. 

Ciertamente, debemos darlo todo en la vida y darlo todo para Dios, pero no es menos cierto que el darlo todo no es igual a destruirnos; bien decía el apóstol Pablo que, mientras que su cuerpo se desgastaba, interiormente se renovaba. 

Debemos evitar la fatiga y el hartazgo. Esto podemos lograrlo al ser intencionales en cuidarnos de aquello que nos llevará a destruirnos, por ejemplo, la falta de descanso y la caída en los excesos “normales” de la vida. 

Para experimentar renovación, necesitamos cambiar nuestros hábitos en varios sentidos: no solo en nuestra vida de oración y encuentro con Dios, también debemos cuidar cuánto y cómo dormimos, lo que comemos, nuestras agendas y mucho más, y sí, todo esto es espiritual. 

Recuerdo algo que leí en una ocasión, lo dijo: C.H Spurgeon: “En ocasiones, lo más espiritual que podemos hacer es dormir”. Algunos creen que está mal descansar, que las personas de fe siempre deben luchar, velar, batallar sin cesar, pero es no es cierto, es una actitud que se aleja del justo balance y la buena mayordomía que Dios aspira que tengamos. En ninguna parte Él nos manda a vivir una vida afanada, destructiva, desgastante; tampoco dice que vivas una vida de pereza o vagancia. Dios nos invita a ser diligentes y constructivos al mismo tiempo, a esforzarnos con valentía, pero también a reposar confiados en Él. 

Si Dios descansó y ordenó descansar, ¿quiénes somos nosotros para llevarle la contraria? 

¡Está bien descansar!