AtascadoMuestra

En algún punto durante tu viaje, la orilla detrás de ti, deja de ser más pequeña. 

Remas y te preguntas por qué los mismos golpes que solían moverte, ahora solo balancean el bote. Llegaste hasta aquí, pero simplemente no sabes si tienes suficiente para lograrlo. Prefieres detenerte y conformarte con la comodidad. Prefieres vivir una vida común, porque la orilla no se acerca, sin importar cuán duro remes. No hay vuelta atrás, solo queda la decisión de remar en el lugar o detenerse, deslizarse y hundirse en el mar.

Cuando pasas por una temporada difícil, tienes dos opciones para lidiar con ella: puedes seguir adelante y terminar, o dar la vuelta y volver.

El llamado de Dios para ti hoy es claro: no te canses de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharás, ¡si no te rindes!

Remamos hasta que ya no creemos que podemos ir más lejos. Nos limitamos, creando un techo invisible. Entonces, de repente, mucho después de que pensáramos que sucedería, la otra orilla comienza a crecer, y crece rápido. Los árboles se hacen más altos y puedes distinguir las grietas en los acantilados. La orilla te alcanza, dándote la bienvenida a casa y casi arrastrando tu bote en la arena.

Que el Dios de la esperanza te llene de alegría y paz mientras remas tu distancia hoy. Que El guíe tu mapa y brújula para llevarte a las mejores orillas, y que Él te conceda el poder para continuar la travesía, incluso cuando esas orillas parezcan tan lejanas.