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Las personas nos decepcionan todo el tiempo. Nos maltratan, nos frustran y nos lastiman. Y, cuando eso sucede, nos sentimos decepcionados, molestos y finalmente derrotados. Infortunadamente, esto no va a cambiar pronto. Las personas en nuestras vidas (¡nosotros incluidos!) no son perfectas, y este mundo está quebrado. ¿El resultado? No importa cuánto nos esforcemos, a veces, seremos lastimados por otras personas. Y también haremos lo mismo con otras. Pero, en medio de todo eso, lo que no cambia es el hecho de que Dios está con nosotros, nunca nos abandona, nunca nos desampara, nunca nos olvida, nunca nos deja solos. Eso es algo a lo que nos podemos aferrar aunque otros nos maltraten o nos decepcionen.