[Grandes versículos] La iglesia de los iniciosMuestra

La partida de un creyente

Y mientras apedreaban a Esteban, él gritó: Señor Jesús, recibe mi espíritu.

Esteban fue el primer mártir cristiano, y ¡qué hombre tan piadoso fue! Cuando se le presenta en Hechos 6, se le describe enfáticamente como «un hombre lleno de fe y del Espíritu Santo» (Hechos 6:5) y «lleno de gracia y poder» (Hechos 6:8). Y luego vemos la forma en que muere: es brutalmente apedreado. «Y mientras apedreaban a Esteban, él gritó: “Señor Jesús, recibe mi espíritu”. Y cayendo de rodillas gritó en voz alta: “Señor, no sostengas este pecado contra ellos”. Y cuando hubo dicho esto, se quedó dormido». Cuando leo estas palabras, siento ganas de hacer una reverencia ante la presencia de tanta fe y amor.

Así es como quiero morir. Lleno de fe, paz, alegría y amor. Para ser honesto, no siento que haya tenido esta perspectiva llena de fe sobre la muerte en el pasado, pero la quiero.

Pablo, quien vio morir a Esteban e incluso ayudó a matarlo, tenía esta misma perspectiva sobre la muerte. «Porque para mí vivir es Cristo, y morir es ganancia» (Filipenses 1:21). En otras palabras: «No temo a la muerte porque la muerte significa estar con Cristo».

John Owen, un gran escritor puritano del siglo XVII, yacía en su lecho de muerte dictando una carta. Él dijo: «Todavía estoy en la tierra de los vivos», pero rápidamente agregó: «Detente. Cambia eso y dí: "Todavía estoy en la tierra de los moribundos, pero espero pronto estar en la tierra de los vivos"».

Adoniram Judson, el misionero estadounidense que murió en la India en 1850, dijo en su lecho de muerte: «Ven, Espíritu Santo, paloma divina, voy con la alegría de un niño saliendo de la escuela, me siento tan fuerte en Cristo». ¡Qué declaración! «Voy con la alegría de un niño saliendo de la escuela, me siento tan fuerte en Cristo».