CaínMuestra
Dios mira la intención de nuestro corazón
Eva, madre de Caín, consideraba el nacimiento de su hijo como una gran bendición de Dios. Cuando dio a luz a Caín dijo: “¡Con la ayuda del Señor, he tenido un varón!”. Podemos imaginar que la alegría de esta mujer implicó criar a su primogénito con amor y dedicación; tanto al primero como al segundo. La envidia que nace en el corazón de Caín por su hermano Abel radica en un hecho que el propio Caín provocó; por voluntad propia y sin buscar qué era lo correcto a los ojos de Dios, Caín decide en su corazón entregar una ofrenda simple al Señor y, con ello, desencadena una serie de sentimientos y acciones de envidia, que luego van a quitarle la bendición de Dios sobre su vida.
Una cosa es “dar una ofrenda a Dios” y otra muy distinta es ofrecerle “la mejor parte de los primeros frutos” de aquello que Él mismo nos provee. La Palabra de Dios nos dice que Caín había ofrecido “algunos de sus cultivos”; no dice ni que hayan sido los primeros frutos, ni que hayan sido los mejores frutos. En cambio, Abel había decidido dar “las mejores partes de los corderos que eran primeras crías.”.
Creemos que el Espíritu Santo revela a nuestro corazón la importancia y la honra que damos a Dios mediante el ofrecimiento de los primeros y los mejores frutos pero, mientras recibimos esa verdad, seamos obedientes en cumplir con una ofrenda que agrade al Señor, de acuerdo a lo que Él dice que le agrada.
Lastimosamente hoy, cuando se habla de ofrendas, nuestra mente piensa en dinero, pero esa no es la verdad completa. Debemos entender que la ofrenda que podemos presentar a nuestro Dios también implica un tiempo a solas con Él, el apoyo a otros hermanos, el sacrificio de un aspecto de nuestro carácter, una oración por necesidades ajenas, suplir para otros (en la medida de nuestras posibilidades) y ser las manos, los pies y la voz de Cristo en este mundo roto.
Lo sucedido con Caín nos lleva a rescatar la diferencia que existe en dar una ofrenda a Dios de lo que nos sobra en lugar de darle aquello que le corresponde.
Además, la Palabra de Dios nos dice en 2 Corintios 9: “Cada uno debe decidir en su corazón cuánto dar; y no den de mala gana ni bajo presión, «porque Dios ama a la persona que da con alegría». Y Dios proveerá con generosidad todo lo que necesiten. Entonces siempre tendrán todo lo necesario y habrá bastante de sobra para compartir con otros”. Y aun presentando un sacrificio a Dios, debemos velar por mantener un corazón correcto.
- Cuando ofrendamos algo para el Señor, ¿damos de lo mejor y de lo primero que recibimos? O, ¿damos de lo que nos sobra?
- ¿Queremos realmente honrar a Dios con nuestro fruto?
- ¿Anhelamos alcanzar a ser un testimonio como Abel en Hebreos 11: 4, de un justo que ofreció una ofrenda más aceptable?
- ¿Crees tener una ofrenda que el Señor reciba como agradable? ¿Lo haces con frecuencia?
- Cuando das, sea cualquier tipo de ofrenda, ¿das con alegría?
Acerca de este Plan
Cuando nuestro orgullo es más fuerte, podemos terminar errantes, lejos de lo importante, lejos de Dios.
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Nos gustaría agradecer a Jazôn en Bolivia por proporcionar este plan. Desarrollado por Ana Aramayo Zaiduni. Para mayor información por favor visite: http://www.jazon.info