Este valor es poco bienvenido por muchos, puede ser por temor, o porque simplemente la corriente de hoy es la búsqueda de la felicidad y por alguna razón en el nuevo concepto de felicidad se desecha el sufrimiento.

“Dichosos los que sufren”

Nadie quiere sufrir, solo queremos ser felices sin que nos cueste, es muy frecuente cuando enfrentamos un sufrimiento, escuchar expresiones como “¿Dónde está Dios?”, “¿Por qué Dios no los salva?”, “¿Por qué si Dios es tan bueno tienes esa enfermedad”, “¿Por qué si Dios es tan bueno, te pasa todo eso?”. 

La única forma para aprender a confiar en Dios es a través del sufrimiento, porque al ser humano le cuesta “aprender por cabeza ajena” Muchos se dicen seguidores de Dios, pero cuando enfrentan el sufrimiento hasta ahí llega la confianza.

El amor todo lo sufre, dice en I Corintios 13. Si te acercaste a Dios para amarlo, sufrirás con él para aprender a verlo. Además, dice en Hebreos 5.8, “Aunque él era Hijo de Dios, por medio del sufrimiento aprendió lo que significa obedecer siempre a Dios”.

Recordemos, la confianza en Dios es Obediencia a sus mandatos. Es sorprendente que un nuevo mandato es sufrir, pero no como masoquistas, sufrir porque nos toca pasar por ahí. En Romanos 5.3 dice también, que el sufrimiento produce en nosotros perseverancia, o sea firmeza en lo que creemos, constancia en nuestra forma de ser; en otras palabras el sufrimiento nos forma, nos enseña a confiar en Dios, aprendemos a conocer a Dios.

El mandato de sufrir incluye una promesa, será Dios quien los consuele, será Dios quien llene sus necesidades, quien les de fuerza, quien les sostenga, o como dice el Salmo 23, el que les de agua y los lleve a pastos verdes, será Dios mismo quien convierta el valle de lágrimas en un manantial.

No tengas miedo de sufrir, mayor es la recompensa. Y recuerde el dicho popular “no hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo aguante”