[Serie Hechos] Imparables del evangelioMuestra

Lo entregó todo 

Pastor José G. Esparza

Un pastor me dijo consternado: «Pastor Esparza, el pastor de Matamoros tiene una convención de sus iglesias que comienza esta noche y el predicador invitado acaba de cancelarle porque alguien le “profetizó” que si iba a Matamoros lo secuestraban. ¿Puedes ir tú?» —¡Claro que sí!— respondí sin titubear. Al llegar al lugar escuché las historias de niños desaparecidos. Otros habían perdido hijos y hermanos por causa del secuestro. Sin embargo, su fe seguía intacta. Esto me dejó perplejo, me ayudó a entender mejor el contexto del capítulo veinte del libro de Hechos. 

En su transitar, Pablo decide parar en la ciudad de Mileto y compartir un mensaje final a los líderes de esta región de Asia a la que sabe que no volverá. Hace varias declaraciones y en los versículos 22 al 27 se refiere al costo de predicar el evangelio, el cual es más alto y más importante que conservar su vida. Después exhorta a los líderes para que se cuiden a sí mismos, cuiden la iglesia de Dios y la alimenten. Les advierte sobre los falsos predicadores.

Pablo también declara que él no ha sido carga para ninguno, que tomó de sus propios recursos, de su tiempo y ha trabajado con sus propias manos en la predicación del evangelio. Lo que dice es que ha hecho una inversión total de su vida en la causa del evangelio. La parte que más me impacta de este capítulo se encuentra en los versículos 36 al 38 que se refieren a lo que pasó cuando él terminó de hablar. Dice que Pablo se puso de rodillas y oró con los presentes. Así demostró que no se sentía el más grande, sino que era un humilde servidor de todos. Ellos también oraron por él, lloraron y lo besaron porque sabían que no lo verían más.

Responde 

¿Cuál es nuestra historia y cual será nuestro legado? Decimos haber sacrificado algo, cuando no hemos sacrificado nada porque lo tenemos todo. Se levantan falsos profetas en nuestro medio que aseguran: ¡Dios dijo!, y Dios no ha dicho nada. Yo me pregunto: ¿estoy dispuesto a darlo todo, incluso mi propia vida, por el evangelio? Las circunstancias no determinan lo que debemos hacer ni lo que somos. Más bien nosotros cambiamos las circunstancias por lo que somos y transformamos las cosas con lo que hacemos. ¡Estamos llamados a proclamar la verdad cueste lo que cueste!