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Si somos sinceros, todos admitimos que, aunque la tecnología amplía enormemente nuestra posibilidad de estar en contacto con las personas que forman parte de nuestra vida, no es lo mismo que estar juntos y compartir acontecimientos importantes.

Una cosa es hablar por video-llamada en el primer cumpleaños de tu hijo y otra muy distinta es probar la torta de cumpleaños, sostenerlo en brazos sentir su aliento cuando sopla la única vela y oír el sonido de su risa cerca de ti. Por mucho que los proveedores de tecnología y las empresas de dispositivos nos quieran hacer creer que podemos estar conectados dondequiera que estemos y sin importar lo que hagamos, no es lo mismo que estar presentes.

El impacto de la tecnología en nuestra capacidad de relacionarnos, de comunicarnos y de conectarnos con otras personas incluye algunas consecuencias negativas no deseadas. Si queremos ser buenos administradores de las increíbles capacidades que la tecnología nos brinda, tenemos que navegar con mucho cuidado.

Las redes sociales permiten que nos conectemos con otros de muchas maneras únicas y a menudo significativas. Pero si pasamos todo nuestro tiempo en línea, perdemos verdadera intimidad con las personas que tenemos a nuestro alrededor. todo depende de cómo elegimos utilizar las redes sociales y la tecnología en nuestras relaciones. En nuestra iglesia, hemos visto los frutos de ministrar a través de las redes sociales y de otras tecnologías. Hasta llegaría al extremo de decir que está bien que nos guste la tecnología. Pero tenemos que saber manejarla.

Necesitamos cerciorarnos de que nuestra capacidad de comunicarnos no nos haga hablar más, pero decir menos. Debemos centrarnos en amar más a los demás e interactuar en verdad con ellos, más que en enfocarnos solo en marcar con un “Me gusta” lo que publican.