7 reflexiones esenciales de la Biblia de Estudio RVRMuestra

Crucifixión 

En la época de la muerte de Jesús, la crucifixión se consideraba la forma más dolorosa y degradan- te de pena capital en el Imperio Romano. Era tan horrible que solo se utilizaba con esclavos, personas de las provincias que controlaban, y los peores criminales. Los ciudadanos romanos no podían ser crucificados. Esto concuerda con el relato bíblico de la muerte de Cristo y con la tradición de la iglesia, que afirma que Pedro también murió crucificado mientras que Pablo, ciudadano romano, fue decapitado. 

Como medio de ejecución, probablemente derivó de la práctica de exhibir las cabezas de enemigos captura- dos o criminales en postes de madera como los utilizados para construir empalizadas o levantar fortificaciones. Más adelante, se empalaban los cuerpos enteros. En la época de Jesús, la crucifixión era una visión habitual. 

Aunque los métodos de crucifixión parecen haber variado a lo largo y ancho del Imperio Romano, los relatos bíblicos e históricos dan a conocer el modelo básico. Se azotaba primero al condenado con un látigo hecho de tiras de cuero con trozos de metal o huesos fijados en su extremo. La víctima quedaba debilitada en extremo, pero debía llevar el travesaño hasta el lugar de la ejecución. Se colocaba una indicación especificando el crimen cometido alrededor de su cuello o sobre la cruz. Desnudaban a la víctima, la colocaban en el suelo con el made- ro debajo de los hombros, y la ataban o clavaban al mismo. Esta última opción provocaba una muerte más rápida, como en el caso de Jesús, al que los líderes judíos querían muerto antes del día de reposo. Se levantaba el travesaño y se aseguraba a un poste de forma que los pies del condenado colgasen justo por encima del suelo. Algunos arqueólogos piensan que se colocaba un bloque de madera en la parte central del poste para que el cuerpo pudiese apoyarse y los clavos no desgarrasen las heridas, causando su caída. Los pies también podían clavarse al poste. 

Aunque el dolor era atroz, algunas víctimas sobrevivían varios días sobre la cruz. Como ocurrió en el caso de los dos criminales ejecutados con Jesús, en algunas ocasiones se rompían las piernas del crucificado para que muriese, ya que se producía un colapso total, con problemas circulatorios y fallo cardíaco. 

Jesús era inocente de todo pecado, pero sufrió el castigo más horrible y deshonroso conocido. Sin embargo, su muerte agonizante no fue ordinaria, porque no era el último capítulo. Cristo convirtió esa aparente derrota en la victoria más gloriosa que el mundo ha conocido. Sufrió en la cruz por los pecados del mundo. Tras su resurrección de los muertos, tres días después, Jesús fortaleció a sus discípulos con un nuevo mensaje: las buenas noticias de que había derrotado finalmente al poder del pecado y de la muerte. Por medio de la cruz, él ofrece salvación a todos los que creerán en él.