Reconociendo la voz de Dios // Aprende a encontrarloMuestra

La forma en que sopla el viento (y trae la paz)

El Espíritu Santo en nosotros, nos dice:

Has oído mi voz durante mucho tiempo. Me has reconocido antes de saber que era yo. Era una voz de consuelo cuando tenías miedo, una voz que te tranquilizaba cuando estabas preocupado. Era un bálsamo para una herida, palabras que no eran palabras: una voz de presencia, una voz que forma parte de ti. ¿Cómo no responder al viento cuando sopla en tu rostro? ¿Cómo no sentir el amor respirando contra tu piel?

Yo soy la voz para los silenciosos, la voz para los que cantan. Soy la voz para la calma y la voz para la tempestad. Yo levanto a los cansados, y sostengo a los que avanzan, caminando, mirando mi rostro. Mantienen las manos abiertas mientras caminan. Pueden trepar, y permanecen de pie. 

Porque esta vida no es una vida que traiga destrucción a tu corazón. No, eso no es posible. Lo que trae dolor, lágrimas, devastación, es cuando la oscuridad siembra el caos y la paz aún no ha llegado. Mi Hijo trae la paz. El viento cubre la tierra. Porque se necesita más que valor, más que confianza, más que arduo trabajo para traer la paz. El viento, que lo sientes y lo sigues, lleva consigo los ingredientes de la paz. Hijo, hija, tú me conoces. Puedes traer paz, para ti mismo, a los demás, a tu mundo, porque puedes responder a lo que es más cierto que todo lo que seguramente puedes ver.

Has sentido el viento. Has sentido mi espíritu soplando en ti. Lo has escuchado, sabiendo que es el ayudante, el guía en todas las cosas. Quiero ayudarte a que ahora me reconozcas más. Quiero aumentar tu deseo de tener más de mí. Pero dejo esto a tu decisión. Te dejo que consideres si quieres profundizar en tu amor por mí. Porque el viento cambia, pero no te abandona. El viento te levanta y te lleva, si se lo permites.

Así que, tienes trabajo por hacer. Hay una opción para caminar hacia adelante, hacia un lugar donde puedo mostrarte más profundamente lo que Yo soy. Los dos juntos, ¿ves? Estás aquí ahora, conmigo, tu alma viva dentro de mi espíritu que está en ti. Y creces, aumentando tu amor, confianza y dependencia de mí. Cada elección para escucharme. Cada elección para alcanzarme. Cada rendición con las manos abiertas y el corazón abierto, y caminando, sí caminando. Subes y caminas y te rindes sintiendo el viento en tu rostro y el susurro del viento en tu alma. 

Me conoces. Me conoces. Y quiero que me conozcas más. 

Ejercicio:

Estamos desesperados por un poco de paz. ¿Cierto?  

La paz parece tan escasa estos días, en estas vidas nuestras tan ajetreadas, con el ritmo de nuestro mundo.

Pero esto es lo que pasa con la paz... no podemos buscarla y alcanzarla por nosotros mismos. No podemos trabajar y alcanzar la paz por nuestros medios. No la paz que necesitamos. No la paz verdadera... en nuestros corazones. Simplemente no funciona así, a pesar de lo que dicen los libros de autoayuda.

Así que, seamos contraculturales y adoptemos una actitud diferente.

En lugar de buscar la paz en sí misma... busquemos más a Dios. Aprendamos a recibir más de Dios, de modo que Su paz se convierta en nuestra paz... en el centro mismo de nuestro ajetreo.

Enfoquémonos hoy en sentir y reconocer al Espíritu Santo moviéndose a través de nosotros, el aliento de Dios dentro de nosotros.

Así que, podemos elegir. Tienes una opción.

Camina hacia delante. O quédate donde estás. Profundiza. O quédate donde es seguro.

O elige esforzarte por mantener el control.

En cada momento, tú eliges... estar presente para Él, para ti mismo, o no.

Quédate en silencio unos minutos y dirige tu corazón y tu mente a Dios. Puede que la forma en que Él te hable ahora no sea la que esperas. . . Después de todo, Él está lleno de sorpresas, y esto, como siempre, es solo el principio. . . 

“El viento te levanta y te lleva, si lo permites”.

Ven, Señor Jesús. . .