Mi Dios OyeMuestra

Mi Dios oye, una garantía presente y un privilegio indecible

Una garantía presente 

Muchas veces, algunos tienen recuerdos de un tiempo doloroso y con mayores pérdidas en sus vidas. Al finalizar el mismo, tenemos menos convicciones y más dudas e inseguridades, indudablemente. Al atravesar esta etapa, lanzan preguntas sobre lo que se avecina, sobre la viabilidad de su salud, sobre la estabilidad de sus relaciones, sobre la abundancia de los recursos. De nada de esto pueden estar seguros. Ni de lo que habrá ni de lo que no habrá, ni de lo que seguirá siendo ni de lo que dejará de ser.

Pero, si como Miqueas nos decidimos a mirar a Dios, y confiar en Él, podremos comprobar que esta es la única convicción de la que podemos estar seguros, que el Dios mío oirá. Es decir, que Dios no dejará de interesarse en nuestra vida, no dejará de comprender nuestras flaquezas y debilidades y, sobre todo, que su relación con cada uno de sus hijos, estará determinada por el hecho indubitable de que Él nos ama. Porque, si de un amor podemos estar seguros para este tiempo, es del amor de Dios. Tal nuestra experiencia, tal nuestra confianza.

Un privilegio indecible

La oración, es una conversación que refleja la comunión íntima y continua con Dios, es en esta dinámica, que podemos conocer el asombro de alabar su gloria, la intimidad de disfrutar su gracia y la dicha de encontrar su ayuda oportuna; todo esto nos lleva a conocer la realidad espiritual de su presencia en y con nosotros. 

Es extraordinario que en todos sus escritos, las oraciones de Pablo por sus hermanos en la fe, no contienen peticiones por cambios en sus circunstancias, ni soluciones a sus problemas, ya que una vida de oración abundante, dinámica, consoladora, lograda con perseverancia y entendimiento, es la única que hace posible recibir todos los otros bienes correcta y provechosamente. Pablo, no considera la oración solo como una manera de obtener cosas de parte de Dios, sino principalmente como una manera de obtener más, de Dios mismo.