Abre tus puertas, Líbano, y consuma el fuego tus cedros. Gime, ciprés, porque ha caído el cedro, porque los árboles majestuosos han sido derribados; gemid, encinas de Basán, porque ha caído el bosque impenetrable. Voz de gemido de pastores, porque su esplendor está arruinado; voz del rugido de leoncillos, porque derribada está la gloria del Jordán. Así dice el SEÑOR mi Dios: Apacienta las ovejas destinadas para la matanza. Los que las compran las matan y salen impunes, y el que las vende dice: «¡Bendito sea el SEÑOR, porque me he enriquecido!»; y ni sus propios pastores se compadecen de ellas. Pues yo no me compadeceré más de los habitantes de esta tierra —declara el SEÑOR— sino que he aquí, haré que los hombres caigan cada uno en manos de otro y en manos de su rey; y ellos herirán la tierra y yo no los libraré de sus manos.
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