En ese día
el Señor todopoderoso será una corona gloriosa,
un adorno magnífico para los que queden de su pueblo,
e inspirará justicia a los jueces en el tribunal
y valor a los soldados que defiendan la ciudad.
También hay otros que se tambalean por el vino
y dan traspiés por las bebidas fuertes:
sacerdotes y profetas se tambalean
por las bebidas fuertes,
se atontan con el vino;
dan traspiés por las bebidas fuertes,
se tambalean al tener visiones
y están borrachos al dictar sentencia.
Todas las mesas están llenas de vómito asqueroso,
y no hay un solo lugar limpio.
Hablan de mí y dicen:
«¡Venir a darnos lecciones a nosotros,
a enseñarnos lo que Dios ha revelado!
¡Como si fuéramos niños chiquitos
que apenas estuvieran aprendiendo a leer:
ba be bi bo bu!»
Pues bien, si no hacen caso,
será en lenguaje enredado, en idioma extraño,
como Dios hablará a este pueblo.
Ya él les había dicho antes:
«Aquí está la calma,
aquí está el descanso;
que descanse el fatigado.»
Pero no quisieron hacerle caso.
Por eso el Señor les hablará
como si fueran niños chiquitos
que estuvieran aprendiendo a leer.
Y así, al caminar, caerán de espaldas,
se herirán, caerán en la trampa,
quedarán atrapados.
Escuchen, pues, la palabra del Señor,
hombres insolentes
que gobiernan este pueblo de Jerusalén.
Ustedes dicen:
«Hemos hecho un pacto con la muerte,
un contrato con el reino de los muertos,
para que cuando venga la terrible calamidad,
no nos alcance;
hemos buscado refugio en las mentiras,
protección en el engaño.»
Por eso, el Señor dice:
«Voy a poner en Sión una piedra,
una piedra escogida y muy valiosa,
que será la piedra principal
y servirá de fundamento.
El que tenga confianza, podrá estar tranquilo.
En esa construcción usaré por plomada la justicia
y por nivel la rectitud.»
El refugio que ustedes habían buscado en las mentiras
lo destruirá el granizo,
y el agua arrasará su lugar de protección.
Su pacto con la muerte será anulado,
y su contrato con el reino de los muertos quedará sin valor.
Vendrá la terrible calamidad
y a ustedes los aplastará.
Cada vez que venga, los arrastrará.
Vendrá mañana tras mañana, de día y de noche.
El solo oír la noticia los hará temblar.
Será como acostarse en una cama estrecha
y abrigarse con una manta corta.
El Señor actuará como en el monte Perasim,
intervendrá como en el valle de Gabaón,
para realizar su acción, por extraña que parezca,
para llevar a cabo su obra, su obra misteriosa.
Así pues, ¡no más insolencia!,
no sea que sus cadenas se les aprieten más;
porque he oído que el Señor todopoderoso
ha decretado la destrucción de todo el país.
Pongan atención, escuchen lo que digo,
oigan con cuidado mis palabras:
Cuando un agricultor va a sembrar,
no se pasa todo el tiempo arando
o rompiendo o rastrillando su terreno.
¿No es verdad que, después de haberlo aplanado,
esparce semillas de eneldo o comino,
y que luego siembra trigo en hileras,
y que en los bordes siembra cebada y centeno?
Dios le enseña cómo debe hacerlo.
Porque el eneldo no se trilla,
ni se hace rodar sobre el comino una carreta;
sino que el eneldo se sacude con un palo
y el comino con una vara.
El trigo se trilla, si, pero no sin parar;
se hacen pasar las ruedas de la carreta
y se separa el grano, pero sin machacarlo.
Así también hace sus planes el Señor todopoderoso.
Él tiene planes admirables,
y los lleva a cabo con gran sabiduría.