1-3 (2-4) Mi rey y mi Dios, escucha con atención mis palabras; toma en cuenta mis súplicas, escucha mi llanto, pues a ti dirijo mi oración. Tan pronto como amanece te presento mis ruegos, y quedo esperando tu respuesta. 4 (5) A ti, Dios mío, no te agrada la maldad. Por eso los malvados no pueden vivir contigo; 5 (6) no soportas a los orgullosos ni amas a los malhechores. 6 (7) ¡Tú destruyes a los mentirosos, y rechazas a los tramposos y asesinos! 7 (8) Pero a mí me quieres tanto que me dejas entrar en tu templo, y allí me dejas hacer mis oraciones. 8 (9) Dios mío, ¡enséñame a hacer el bien! ¡Llévame por el buen camino, pues no quiero que mis enemigos triunfen sobre mí!
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