1 (1b) No te enojes por causa de los malvados, ni sientas envidia de los malhechores, pues son como la hierba que al cortarla pronto se seca. Tú debes confiar en Dios. Dedícate a hacer el bien, establécete en la tierra y mantente fiel a Dios. Entrégale a Dios tu amor, y él te dará lo que más deseas. Pon tu vida en sus manos, confía plenamente en él, y él actuará en tu favor; así todos verán con claridad que tú eres justo y recto. Calla en presencia de Dios, y espera paciente a que actúe; no te enojes por causa de los que prosperan ni por los que hacen planes malvados. No des lugar al enojo ni te dejes llevar por la ira; eso es lo peor que puedes hacer. Los malvados serán destruidos, pero los que esperan en Dios recibirán la tierra prometida. Dentro de poco no habrá malvados; podrás buscar y rebuscar, pero no encontrarás uno solo. En cambio, la gente humilde recibirá la tierra prometida y disfrutará de mucha paz. Los malvados, en su enojo, miran con rabia a los buenos y buscan hacerles mal; pero Dios se burla de ellos, pues sabe que pronto serán destruidos. Los malvados sacan la espada y preparan sus arcos y flechas para matar a la gente pobre, a los que viven honradamente. ¡Pero sus arcos y sus flechas quedarán hechos pedazos, y será su propia espada la que les parta el corazón! Más vale un pobre honrado que muchos ricos malvados. Dios pondrá fin al poder de los malvados, pero apoyará a los que son honrados. Dios conoce la conducta de los que viven honradamente; la tierra prometida será de ellos para siempre.
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