¡Déjenme solo, gente malvada! ¡Los odio porque no son sinceros! Pero a ti, Dios mío, te amo y quiero seguir tus enseñanzas. Tú me das refugio y protección; tus promesas me llenan de esperanza. Dame fuerza y seguiré con vida, tal como lo has prometido; ¡no defraudes mi confianza! ¡Ayúdame y ponme a salvo para que obedezca tu palabra! A los malvados de este mundo que desprecian tus enseñanzas no los quieres tener cerca; los tratas como a basura. De nada les sirve hacer planes malvados; yo, en cambio, obedezco tu palabra. Tiemblo de miedo en tu presencia; ¡tu palabra me hace temblar! Dios mío, ¡no me dejes caer en manos de mis enemigos! Yo hago lo que es bueno y justo; haz que siempre me vaya bien, y que no me molesten los orgullosos. La vista se me nubla esperando que cumplas tu promesa de venir a ayudarme. ¡Trátame con mucho amor, y enséñame tus mandamientos! Permíteme llegar a entenderlos, pues los quiero comprender. Dios mío, ya es hora de que actúes, pues nadie cumple tus mandatos. Prefiero tus mandamientos que tener muchas riquezas. Por eso los sigo y no soporto la mentira.
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