Tu palabra es una lámpara que alumbra mi camino. Cumpliré la promesa que te hice: obedeceré tus justos mandamientos. Dios mío, ¡ya es mucho lo que he sufrido! Mi vida está siempre en peligro, pero nunca olvido tus enseñanzas. Los malvados me ponen trampas, pero yo obedezco tus mandamientos. Recibe con agrado esta alabanza que te ofrezco, y enséñame tu palabra. Cumple tu promesa y dame ánimo. Tus enseñanzas son mías; ¡son la alegría de mi corazón! He decidido cumplirlas para siempre y hasta el fin.
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