Pero a mí, trátame bien; tú eres un Dios bondadoso, ¡sálvame, por tu gran bondad! Yo soy pobre y humilde, y es muy grande mi dolor. Poco a poco me voy debilitando como las sombras de la noche; ¡hasta parezco una mariposa sacudida por el viento! Ya casi no como; tan flaco estoy que me tiemblan las rodillas. Cuando la gente me ve, se ríe y se burla de mí. Dios mío, ¡ayúdame! Por tu gran amor, ¡sálvame! Que sepan que esto me sucede porque tú así lo has querido. Pero si tú me bendices, no me importa que me maldigan. Mis enemigos están listos para atacarme, pero tú los pondrás en vergüenza y a mí me llenarás de alegría. Dios mío, cubre a mis acusadores de vergüenza y deshonra. Yo te daré gracias con el gran pueblo que te alaba, porque tú defiendes a los pobres y los salvas de los malvados que los condenan a muerte.
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