Luego Moisés y Aarón reunieron delante de la roca a toda la gente, y Moisés les dijo: «¡Óiganme bien, rebeldes! ¿Acaso quieren que saquemos agua de esta roca para que ustedes beban?» Mientras decía esto, Moisés golpeó dos veces la roca con la vara, ¡y empezó a salir tanta agua que toda la gente y su ganado bebieron! Pero Dios les dijo a Moisés y a Aarón: «Ustedes no creyeron en mí, ni me honraron delante de los israelitas. Por eso, no entrarán con ellos al territorio que les voy a dar». Esto sucedió en Meribá, que significa «queja». Y es que allí los israelitas se quejaron contra Dios, y él les mostró que es un Dios santo. Cuando el pueblo de Israel estaba en Cadés, Moisés envió al rey de Edom este mensaje: —Los israelitas somos parientes tuyos. Tú bien sabes que hemos tenido muchos problemas. Hace mucho tiempo, nuestros familiares se fueron a vivir a Egipto. Pero los egipcios los trataron muy mal, lo mismo que a nosotros. Entonces le pedimos ayuda a Dios, y él nos escuchó y mandó a un ángel para que nos sacara de Egipto. Y aquí nos tienes ahora. Estamos en la ciudad de Cadés, en la frontera misma de tu país. »Un favor te pedimos. Déjanos pasar por tu territorio. Te prometemos no pasar por los campos sembrados, ni por los viñedos, ni tomar agua de tus pozos. Seguiremos derecho, sin apartarnos del camino principal, hasta que hayamos salido de tu territorio. Pero el rey de Edom les contestó
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