»Si quien cometió el pecado no tiene dinero como para comprar una corderita, me ofrecerá entonces dos palomas o dos tortolitas. Llevará las dos aves al sacerdote, y el sacerdote me ofrecerá una de ellas como ofrenda por el perdón del pecado, y la otra la quemará en mi honor. A la primera le retorcerá el cuello, pero no le arrancará la cabeza; luego rociará un poco de sangre en un costado del altar, y el resto de la sangre lo derramará sobre su base. Se trata de una ofrenda por el perdón de pecados. A la otra ave, el sacerdote la quemará en mi honor, según mis instrucciones, para que yo perdone al que pecó. »Si quien cometió el pecado tampoco tiene dinero como para comprar las dos palomas o las dos tortolitas, podrá presentarme como ofrenda por su perdón dos kilos de harina de la mejor calidad. Se la llevará al sacerdote, y él tomará un puñado de harina y lo quemará sobre el altar. Así, ustedes se acordarán de que yo soy quien les da todas las cosas. Esta es una ofrenda por el perdón de pecados, así que no le pongan ni aceite ni incienso. »Así es como el sacerdote presentará las ofrendas, para que yo perdone a cualquiera que haya cometido alguno de estos pecados. »Lo que sobre de estas ofrendas será para el sacerdote, como en el caso de las ofrendas de cereales».
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