Dios volvió a hablarle a Jonás, y le dio esta orden: «¡Levántate, ve a la gran ciudad de Nínive! Anúnciales el mensaje que voy a darte». Esta vez Jonás sí obedeció a Dios: se levantó y se fue a Nínive. Aquella ciudad era tan grande que para recorrerla toda se necesitaban tres días completos. Jonás entró en la ciudad, y durante todo un día estuvo anunciando: «¡Dentro de cuarenta días Dios va a destruir esta ciudad!» Entonces toda la gente de Nínive dejó de hacer lo malo y decidió obedecer solo a Dios. Y como querían demostrar que deseaban cambiar su manera de vivir, se pusieron ropa de tela áspera y ayunaron. Todos ellos, desde el más rico hasta el más pobre, no comieron nada ese día.
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