Después Abimélec se fue a Tebés, la rodeó y la capturó. Dentro de la ciudad había una torre muy bien protegida. Todos los hombres y las mujeres de la ciudad se refugiaron allí. Cerraron bien las puertas y se fueron al techo. Abimélec se acercó a la puerta de la torre para atacarla, pero cuando se preparaba para incendiarla una mujer le arrojó una piedra de molino. La piedra le cayó en la cabeza y le rompió el cráneo. Rápidamente llamó Abimélec a su ayudante de armas, y le dijo: «Saca tu espada y mátame. No quiero que se diga que una mujer me mató». Entonces su ayudante le clavó la espada, y Abimélec murió. Cuando los israelitas se enteraron de que había muerto, regresaron a sus casas. De esta manera Dios castigó a Abimélec por el crimen que había cometido contra su padre, al matar a sus hermanos. También Dios hizo que los de Siquem pagaran por todos sus crímenes, tal como lo había dicho Jotam cuando los maldijo.
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