Isaías dijo:
«Escuchen esto, israelitas,
descendientes de Jacob;
escuchen esto, ustedes,
los que pertenecen a la tribu de Judá:
Ustedes juran y oran
en el nombre del Dios de Israel,
pero no lo hacen como es debido.
Ustedes están muy orgullosos
de vivir en la santa ciudad de Jerusalén,
y de ser protegidos por el Dios de Israel,
cuyo nombre es Dios todopoderoso».
Sin embargo, Dios declara:
«Yo di a conocer los hechos del pasado
antes de que sucedieran;
y tal como lo había anunciado
estos hechos se cumplieron.
Como yo sabía que ustedes
tienen la cabeza más dura
que el hierro y el bronce,
les anuncié todo esto
desde mucho antes;
así no podrían decir
que eso lo hizo un falso dios.
Si ustedes se fijan bien,
reconocerán que todo esto es cierto.
»Ahora les voy a anunciar
cosas nuevas y ocultas,
que ustedes no conocían.
Hoy voy a crear algo nuevo,
algo que antes no existía.
Ustedes, hasta hoy,
no habían oído hablar de ellas:
así que no podrán decir
que ya las sabían.
Ustedes no habían oído
ni conocido nada de esto,
porque yo bien sabía
que ustedes son infieles
y que siempre han sido rebeldes.
»Yo he tenido paciencia con ustedes.
Por respeto a mí mismo,
controlé mis deseos de destruirlos.
Yo los limpié de su maldad
por medio del sufrimiento,
y no lo hice por dinero.
Lo hice por respeto a mí mismo
y para salvar mi honor.
Porque mi nombre
debe ser siempre respetado.
Yo nunca permitiré
que adoren a otros dioses,
porque solo a mí deben adorar».
Dios dijo:
«Pueblo de Israel, yo te he llamado.
Yo soy el único Dios,
el primero y el último.
Con mi poder hice el cielo y la tierra:
con solo pronunciar sus nombres,
comenzaron a existir.
Por lo tanto, israelitas,
reúnanse ahora todos ustedes,
y escúchenme:
»Yo elegí a Ciro, el rey de Persia,
y él hará con Babilonia
todo lo que he decidido.
Nadie antes anunció
todo esto de antemano.
Fui yo quien lo dijo;
fui yo quien hizo venir a Ciro,
y quien siempre le dará la victoria.
»Acérquense a mí y escuchen:
todo esto lo pensé de antemano
y nunca lo guardé en secreto.
Ahora yo, el único Dios,
he enviado a Ciro
y le he dado mi poder».
Dios, el Salvador y santo de Israel, continuó diciendo:
«Israel, yo soy tu Dios,
que te enseña lo bueno
y te dice lo que debes hacer.
¡Ojalá me hubieras hecho caso!
Entonces habrías sido muy feliz
y ahora tus descendientes
serían tan numerosos
como las arenas del mar.
Yo nunca los habría destruido
ni los habría apartado de mi vista».
Isaías les dijo a los israelitas:
«¡Salgan ya de Babilonia,
huyan de ese país!
¡Anuncien su liberación
con gritos de alegría!
Griten por todas partes:
“¡Dios ha puesto en libertad
a Israel, su fiel servidor!”
»Dios hizo que ustedes pasaran
por lugares desiertos,
pero no sufrieron de sed,
porque él partió la roca
y brotó agua en abundancia.
En cambio, a los malvados
nunca les va bien».