Sepan que todo lo que Dios dijo en contra de la familia de Ahab se va a cumplir. Dios ha hecho todo lo que había anunciado por medio de su profeta Elías». Jehú mató en Jezreel a todos los descendientes de Ahab que aún estaban con vida, y también mató a todos sus oficiales, a sus mejores amigos y a sus sacerdotes. No dejó a ninguno con vida. Después Jehú se fue a Samaria. En el camino, pasó por un lugar donde acostumbraban reunirse los pastores. Allí se encontró con los hermanos de Ocozías, el que había sido rey de Judá, y les preguntó: —¿Quiénes son ustedes? Ellos respondieron: —Nosotros somos los hermanos de Ocozías. Hemos venido a saludar a los hijos del rey Ahab y de la reina Jezabel. Entonces Jehú ordenó: —¡Atrápenlos! Sus sirvientes los atraparon y los mataron junto al pozo de aquel lugar. Eran cuarenta y dos hombres, y ¡no dejaron a ninguno con vida! Cuando Jehú salió de allí, encontró a Jonadab hijo de Recab, que había ido a buscarlo. Jehú lo saludó, y luego le preguntó: —¿Eres sincero conmigo, como yo lo soy contigo? Jonadab le contestó: —Por supuesto. Jehú le dijo: —Si es así, dame la mano. Jonadab le dio la mano, y Jehú lo ayudó a subir a su carro. Después le dijo: —Ven conmigo. Vas a ver cuánto amo a mi Dios. Y Jehú se llevó a Jonadab en su carro. Cuando llegaron a Samaria, Jehú mató a todos los descendientes de Ahab que allí quedaban. Ni uno solo quedó con vida, y así se cumplió lo que Dios había dicho por medio de Elías.
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