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2 Crónicas 14:1-13

2 Crónicas 14:1-13 TLA

1-5 (13.23—14.4) Cuando Abiam murió, lo enterraron en la Ciudad de David. Asá, su hijo, reinó en su lugar, y en esa época Dios le permitió al pueblo disfrutar de diez años de paz. Asá obedeció a Dios en todo, y mandó quitar de todas las ciudades de Judá los pequeños templos de las colinas, en los que el pueblo adoraba a dioses falsos; hizo pedazos los ídolos y las imágenes de la diosa Astarté. Además, le ordenó a toda la gente de Judá que adorara al Dios de sus antepasados y que siempre obedeciera su ley. 6-7 (5-6) Asá aprovechó que había paz, y le dijo al pueblo: «Dios nos ha permitido estar en paz con nuestros enemigos, pues hemos vuelto a obedecer sus mandamientos. ¡Ahora es el momento de reforzar la seguridad de nuestras ciudades! Vamos a construir murallas alrededor de ellas, y torres y puertas con buenos seguros». El pueblo estuvo de acuerdo, y logró fortalecer las ciudades con gran éxito. 8-9 (7-8) Tiempo después, Zérah, que era de Etiopía, le declaró la guerra a Judá. Al frente de un ejército muy numeroso y de trescientos carros de combate, llegó hasta Maresá, muy cerca de Jerusalén. Aunque Asá tenía un ejército de valientes soldados armados con escudos y lanzas, eran apenas trescientos mil soldados de la tribu de Judá, y doscientos ochenta mil de la tribu de Benjamín. 10 (9) Sin embargo, Asá decidió enfrentarse a Zérah y a su ejército, y colocó a sus hombres en posición para la batalla en el valle de Sefata, que está muy cerca de Maresá. 11 (10) Luego oró a Dios, diciendo: «Dios nuestro, nos hemos atrevido a pelear contra este ejército tan grande, porque confiamos en ti y queremos honrarte. No hay nadie como tú para ayudar al débil y liberarlo del poderoso. Por eso te rogamos que nos ayudes. ¡Tú eres nuestro Dios! ¡Sabemos que nadie te puede vencer!» 12-13 (11-12) Y efectivamente, Dios y su ejército acabaron con los etíopes. Zérah y su ejército salieron huyendo, pero los hombres de Judá los persiguieron hasta Guerar, y los mataron a todos sin dejar un solo etíope vivo. Luego se apoderaron de todas sus pertenencias.