Entonces Ana dedicó a Dios este canto: «Dios me ha hecho muy feliz, Dios me ha dado muchas fuerzas. Puedo taparles la boca a mis enemigos; y estoy feliz porque Dios me ha salvado. Nuestro Dios es único. ¡Nadie se le compara! ¡No hay quien pueda protegernos como nos protege nuestro Dios! ¡Cállense! ¡No sean tan orgullosos! ¡No hablen como la gente presumida! Dios nos conoce muy bien; sabe cuándo hacemos lo bueno y cuándo hacemos lo malo. Dios quita poder a los poderosos, y da fuerza a los débiles. A los que antes tenían mucha comida, Dios los hace trabajar para ganarse el pan; a los que siempre tenían hambre, hoy los tiene bien alimentados. La mujer que no tenía hijos ahora es madre de muchos; la que tenía muchos hijos, ahora no tiene ninguno. Dios nos da la vida y nos trae la muerte. Dios nos hace ricos y nos deja pobres; nos humilla y nos exalta. Dios saca del basurero al pobre, y lo hace reinar entre príncipes. ¡Dios es dueño de todo el universo! Dios protege a quienes lo obedecen, pero los rebeldes mueren angustiados; ¡de nada les sirve su fuerza!
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