Ana elevó esta oración: «Mi corazón se alegra en el SEÑOR; en él radica mi poder. Puedo celebrar su salvación y burlarme de mis enemigos. »Nadie es santo como el SEÑOR; no hay roca como nuestro Dios. ¡No hay nadie como él! »Dejen de hablar con tanto orgullo y altivez; ¡no profieran palabras soberbias! El SEÑOR es un Dios que todo lo sabe, y él es quien juzga las acciones. »El arco de los poderosos se quiebra, pero los débiles se arman de valor. Los que antes tenían comida de sobra se venden por un pedazo de pan; los que antes sufrían hambre ahora viven saciados. La estéril ha dado a luz siete veces, pero la que tenía muchos hijos languidece. »Del SEÑOR vienen la muerte y la vida; a unos hace bajar al sepulcro y a otros los levanta. El SEÑOR nos da la riqueza y la pobreza; nos humilla, pero también nos enaltece. Levanta del polvo al desvalido y saca del basurero al pobre para sentarlos en medio de príncipes y darles un trono esplendoroso. »Del SEÑOR son los fundamentos de la tierra; sobre ellos afianzó el mundo. Él guardará los pasos de sus fieles, pero los malvados se perderán entre las sombras.
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