Desmenuzar bajo los pies a todos los encarcelados de la tierra,
Torcer el derecho del hombre delante de la presencia del Altísimo,
Trastornar al hombre en su causa, el Señor no lo aprueba.
¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó?
¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno?
¿Por qué se lamenta el hombre viviente? Laméntese el hombre en su pecado.
Escudriñemos nuestros caminos, y busquemos, y volvámonos a Jehová;
Levantemos nuestros corazones y manos a Dios en los cielos;
Nosotros nos hemos rebelado, y fuimos desleales; tú no perdonaste.
Desplegaste la ira y nos perseguiste; mataste, y no perdonaste;
Te cubriste de nube para que no pasase la oración nuestra;
Nos volviste en oprobio y abominación en medio de los pueblos.
Todos nuestros enemigos abrieron contra nosotros su boca;
Temor y lazo fueron para nosotros, asolamiento y quebranto;
Ríos de aguas echan mis ojos por el quebrantamiento de la hija de mi pueblo.
Mis ojos destilan y no cesan, porque no hay alivio
Hasta que Jehová mire y vea desde los cielos;
Mis ojos contristaron mi alma por todas las hijas de mi ciudad.
Mis enemigos me dieron caza como a ave, sin haber por qué;
Ataron mi vida en cisterna, pusieron piedra sobre mí;
Aguas cubrieron mi cabeza; yo dije: Muerto soy.
Invoqué tu nombre, oh Jehová, desde la cárcel profunda;
Oíste mi voz; no escondas tu oído al clamor de mis suspiros.
Te acercaste el día que te invoqué; dijiste: No temas.
Abogaste, Señor, la causa de mi alma; redimiste mi vida.
Tú has visto, oh Jehová, mi agravio; defiende mi causa.
Has visto toda su venganza, todos sus pensamientos contra mí.
Has oído el oprobio de ellos, oh Jehová, todas sus maquinaciones contra mí;
Los dichos de los que contra mí se levantaron, y su designio contra mí todo el día.
Su sentarse y su levantarse mira; yo soy su canción.
Dales el pago, oh Jehová, según la obra de sus manos.
Entrégalos al endurecimiento de corazón; tu maldición caiga sobre ellos.
Persíguelos en tu furor, y quebrántalos de debajo de los cielos, oh Jehová.