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Lamentaciones 3:34-66

Lamentaciones 3:34-66 NTV

Si la gente pisotea a todos los prisioneros de la tierra, si privan a otros de sus derechos, desafiando al Altísimo, si tuercen la justicia en los tribunales, ¿acaso no ve el Señor todas estas cosas? ¿Quién puede ordenar que algo suceda sin permiso del Señor? ¿No envía el Altísimo tanto calamidad como bien? Entonces, ¿por qué nosotros, simples humanos, habríamos de quejarnos cuando somos castigados por nuestros pecados? En cambio, probemos y examinemos nuestros caminos y volvamos al SEÑOR. Levantemos nuestro corazón y nuestras manos al Dios del cielo y digamos: «Hemos pecado y nos hemos rebelado, y no nos has perdonado. »Nos envolviste en tu enojo, nos perseguiste y nos masacraste sin misericordia. Te escondiste en una nube para que nuestras oraciones no pudieran llegar a ti. Nos desechaste como a basura y como a desperdicio entre las naciones. »Todos nuestros enemigos se han pronunciado en contra de nosotros. Estamos llenos de miedo, porque nos encontramos atrapados, destruidos y arruinados». ¡Ríos de lágrimas brotan de mis ojos por la destrucción de mi pueblo! Mis lágrimas corren sin cesar; no pararán hasta que el SEÑOR mire desde el cielo y vea. Se me destroza el corazón por el destino de todas las mujeres de Jerusalén. Mis enemigos, a quienes nunca les hice daño, me persiguieron como a un pájaro. Me arrojaron a un hoyo y dejaron caer piedras sobre mí. El agua subió hasta cubrir mi cabeza y yo exclamé: «¡Este es el fin!». Pero desde lo profundo del hoyo, invoqué tu nombre, SEÑOR. Me oíste cuando clamé: «¡Escucha mi ruego! ¡Oye mi grito de socorro!». Así fue, cuando llamé, tú viniste; me dijiste: «No tengas miedo». Señor, has venido a defenderme; has redimido mi vida. Viste el mal que me hicieron, SEÑOR; sé mi juez y demuestra que tengo razón. Has visto los planes vengativos que mis enemigos han tramado contra mí. SEÑOR, tú oíste los nombres repugnantes con los que me llaman y conoces los planes que hicieron. Mis enemigos susurran y hablan entre dientes mientras conspiran contra mí todo el día. ¡Míralos! Estén sentados o de pie, yo soy el objeto de sus canciones burlonas. SEÑOR, dales su merecido por todo lo malo que han hecho. ¡Dales corazones duros y tercos, y después, que tu maldición caiga sobre ellos! Persíguelos en tu enojo y destrúyelos bajo los cielos del SEÑOR.