Desechó el Señor su altar, menospreció su santuario;
Ha entregado en mano del enemigo los muros de sus palacios;
Hicieron resonar su voz en la casa de Jehová como en día de fiesta.
Jehová determinó destruir el muro de la hija de Sion;
Extendió el cordel, no retrajo su mano de la destrucción;
Hizo, pues, que se lamentara el antemuro y el muro; fueron desolados juntamente.
Sus puertas fueron echadas por tierra, destruyó y quebrantó sus cerrojos;
Su rey y sus príncipes están entre las naciones donde no hay ley;
Sus profetas tampoco hallaron visión de Jehová.
Se sentaron en tierra, callaron los ancianos de la hija de Sion;
Echaron polvo sobre sus cabezas, se ciñeron de cilicio;
Las vírgenes de Jerusalén bajaron sus cabezas a tierra.
Mis ojos desfallecieron de lágrimas, se conmovieron mis entrañas,
Mi hígado se derramó por tierra a causa del quebrantamiento de la hija de mi pueblo,
Cuando desfallecía el niño y el que mamaba, en las plazas de la ciudad.
Decían a sus madres: ¿Dónde está el trigo y el vino?
Desfallecían como heridos en las calles de la ciudad,
Derramando sus almas en el regazo de sus madres.
¿Qué testigo te traeré, o a quién te haré semejante, hija de Jerusalén?
¿A quién te compararé para consolarte, oh virgen hija de Sion?
Porque grande como el mar es tu quebrantamiento; ¿quién te sanará?
Tus profetas vieron para ti vanidad y locura;
Y no descubrieron tu pecado para impedir tu cautiverio,
Sino que te predicaron vanas profecías y extravíos.
Todos los que pasaban por el camino batieron las manos sobre ti;
Silbaron, y movieron despectivamente sus cabezas sobre la hija de Jerusalén, diciendo:
¿Es esta la ciudad que decían de perfecta hermosura, el gozo de toda la tierra?
Todos tus enemigos abrieron contra ti su boca;
Se burlaron, y crujieron los dientes; dijeron: Devorémosla;
Ciertamente este es el día que esperábamos; lo hemos hallado, lo hemos visto.
Jehová ha hecho lo que tenía determinado;
Ha cumplido su palabra, la cual él había mandado desde tiempo antiguo.
Destruyó, y no perdonó;
Y ha hecho que el enemigo se alegre sobre ti,
Y enalteció el poder de tus adversarios.
El corazón de ellos clamaba al Señor;
Oh hija de Sion, echa lágrimas cual arroyo día y noche;
No descanses, ni cesen las niñas de tus ojos.
Levántate, da voces en la noche, al comenzar las vigilias;
Derrama como agua tu corazón ante la presencia del Señor;
Alza tus manos a él implorando la vida de tus pequeñitos,
Que desfallecen de hambre en las entradas de todas las calles.
Mira, oh Jehová, y considera a quién has hecho así.
¿Han de comer las mujeres el fruto de sus entrañas, los pequeñitos a su tierno cuidado?
¿Han de ser muertos en el santuario del Señor el sacerdote y el profeta?
Niños y viejos yacían por tierra en las calles;
Mis vírgenes y mis jóvenes cayeron a espada;
Mataste en el día de tu furor; degollaste, no perdonaste.
Has convocado de todas partes mis temores, como en un día de solemnidad;
Y en el día del furor de Jehová no hubo quien escapase ni quedase vivo;
Los que crie y mantuve, mi enemigo los acabó.