Clamo a ti, y no me oyes; Me presento, y no me atiendes. Te has vuelto cruel para mí; Con el poder de tu mano me persigues. Me alzaste sobre el viento, me hiciste cabalgar en él, Y disolviste mi sustancia. Porque yo sé que me conduces a la muerte, Y a la casa determinada a todo viviente. Mas él no extenderá la mano contra el sepulcro; ¿Clamarán los sepultados cuando él los quebrantare? ¿No lloré yo al afligido? Y mi alma, ¿no se entristeció sobre el menesteroso? Cuando esperaba yo el bien, entonces vino el mal; Y cuando esperaba luz, vino la oscuridad. Mis entrañas se agitan, y no reposan; Días de aflicción me han sobrecogido. Ando ennegrecido, y no por el sol; Me he levantado en la congregación, y clamado. He venido a ser hermano de chacales, Y compañero de avestruces. Mi piel se ha ennegrecido y se me cae, Y mis huesos arden de calor. Se ha cambiado mi arpa en luto, Y mi flauta en voz de lamentadores.
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