Clamo a ti, y no me escuchas; a ti recurro, y ni siquiera me miras. Te has vuelto muy cruel conmigo, pues me atacas con tu mano poderosa. Me has hecho volar por los aires, y por los aires vuelo, como nada. Bien sé que me llevas a la muerte, a la mansión reservada para todos los mortales. »¿Acaso no se tiende la mano al necesitado cuando en su angustia reclama ayuda? ¿Acaso no me apiadé del afligido y tuve compasión del que nada tenía? Cuando yo esperaba el bien, me vino el mal; cuando esperaba la luz, me cayó la oscuridad. Siento en mi interior una gran agitación; tiempos de aflicción me tienen abrumado. Ando en penumbras, sin la luz del sol; en medio de la congregación me levanto y clamo. Ahora soy compañero de los chacales y amigo de los avestruces. La piel se me reseca, y se me desprende, y en los huesos siento un ardor insoportable. De mi arpa brotan notas de tristeza; ¡de mi flauta salen cantos de lamento!
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