Bendito sea el Señor, el Dios de nuestra salvación, que todos los días nos colma de beneficios. El Señor nuestro Dios es un Dios que salva; el Señor tiene poder para librarnos de la muerte. Dios herirá la cabeza de sus enemigos, la melena de los que andan en sus pecados. El Señor ha dicho: «Yo te haré volver de Basán. Te haré volver de las profundidades del mar. ¡Tus pies y la lengua de tus perros se teñirán con la sangre de tus enemigos!» En el santuario, oh Dios, pueden verse tus procesiones; ¡tus marchas triunfales, mi Dios y Rey! Los cantores abren la marcha, los músicos la cierran, y en medio las doncellas avanzan con panderos. Ustedes, descendientes de Israel, ¡bendigan a nuestro Señor y Dios en las congregaciones! Allí va el joven Benjamín, al frente de ellos, acompañado por los príncipes de Judá, los príncipes de Zabulón y los príncipes de Neftalí. Dios nuestro, ¡manifiesta tu poder! ¡Confirma, oh Dios, lo que has hecho por nosotros! Por causa de tu templo en Jerusalén los reyes te pagan tributo. ¡Reprime a la bestia de los juncos, a ese ejército de toros y becerros! ¡Somételos! ¡Que te entreguen sus piezas de plata! ¡Dispersa a los pueblos que se complacen en la guerra! ¡Que vengan a ti los príncipes de Egipto! ¡Que se apresure Etiopía a tender a ti sus manos! Reinos de la tierra, ¡canten salmos a Dios! ¡Canten salmos al Señor! ¡Al que cabalga sobre los altos y eternos cielos! ¡Al que hace oír su poderosa voz! ¡Reconozcan el poder a Dios! Sobre Israel puede verse su magnificencia; ¡en los cielos se manifiesta su poder! En su santuario, Dios es imponente; ¡el Dios de Israel da fuerza y vigor a su pueblo!
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