La espalda me arde sin cesar; ¡no hay nada sano en todo mi cuerpo! Me siento débil y en gran manera agobiado; ¡mis quejas son las de un corazón atribulado! Señor, tú conoces todos mis deseos; mis anhelos no te son ocultos. Mi corazón se agita, me faltan fuerzas, y hasta mis ojos se van apagando.
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