Cuídame, oh Dios, porque en ti confío. Yo declaro, Señor, que tú eres mi dueño; que sin ti no tengo ningún bien. Poderosos son los dioses del país, según todos los que en ellos se complacen. ¡Pero grandes dolores esperan a sus seguidores! ¡Jamás derramaré ante ellos ofrendas de sangre, ni mis labios pronunciarán sus nombres! Tú, Señor, eres mi copa y mi herencia; tú eres quien me sostiene.
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