¡Bendito seas, Señor, mi roca! Tú me entrenas para la batalla; fortaleces mis manos para el combate. Tú eres mi castillo de misericordia, mi fortaleza, mi libertador; eres mi escudo, y en ti me refugio; ¡tú haces que los pueblos se sometan a mí! Señor, ¿qué son los mortales para que te preocupes por ellos? ¿Qué son los seres humanos para que los tomes en cuenta? Los mortales son una ilusión pasajera; su vida pasa como una sombra.
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