¡Alabemos al Señor, porque él es bueno;
porque su misericordia es constante!
Que lo afirmen los redimidos por Dios,
los que salvó del poderoso enemigo,
los que reunió desde lejanas tierras,
del oriente y del occidente,
del norte y del sur.
Perdidos en el desierto, no hallaban un camino
que los llevara a una ciudad habitable.
Andaban hambrientos y sedientos,
con el alma a punto de desfallecer.
En su angustia, clamaron al Señor,
y él los libró de sus aflicciones,
los guio por un buen camino,
hasta encontrar una ciudad habitable.
¡Alabemos la misericordia del Señor
y sus grandes hechos en favor de los mortales!
El Señor sacia la sed del sediento,
y colma con buena comida al hambriento.
Algunos vivían en profunda oscuridad,
prisioneros de la aflicción y las cadenas,
pues fueron rebeldes a los mandatos de Dios
y despreciaron los proyectos del Altísimo.
Dios quebrantó su orgullo con trabajos pesados;
caían, y no había quien los levantara.
Pero en su angustia clamaron al Señor,
y él los salvó de toda su aflicción;
los sacó de la profunda oscuridad,
y puso fin a su aflicción y sus cadenas.
¡Alabemos la misericordia del Señor,
y sus grandes hechos en favor de los mortales!
Él destruye las puertas de bronce,
y despedaza los cerrojos de hierro.
Obstinados en su conducta rebelde,
y afligidos por causa de sus maldades,
llegaron a aborrecer toda clase de alimento;
¡ya tocaban a las puertas de la muerte!
Pero en su angustia clamaron al Señor,
y él los libró de su aflicción.
Con el poder de su palabra los sanó,
y los libró de caer en el sepulcro.
¡Alabemos la misericordia del Señor,
y sus grandes hechos en favor de los mortales!
¡Ofrezcámosle sacrificios de gratitud,
y jubilosos proclamemos sus obras!