No conviene la nieve en el verano, ni la lluvia en el tiempo de la siega, ni colmar de honores al necio. Gorrión sin rumbo, golondrina que revolotea: ¡eso es la maldición sin causa, pues nunca llega! Para el caballo, el látigo; para el asno, el freno; para la espalda del necio, la vara. Nunca respondas al necio con necedades, para que no resultes ser otro necio. Responde al necio conforme a su necedad, para que no se crea demasiado sabio. Recurrir a un necio como mensajero es lo mismo que amputarse los pies; ¡es arriesgarse a pasar un trago amargo! Piernas tullidas que penden inútiles: ¡eso es el proverbio en la boca del necio! Atar la piedra a la honda: ¡eso es el rendir honores a un necio! Espina clavada en la mano del borracho: ¡eso es el proverbio en labios del necio! Arquero que a todo el mundo hiere: ¡eso es quien emplea a necios y vagabundos! Perro que vuelve a su vómito: ¡eso es el necio que repite su necedad! ¿Has visto gente sabia en su propia opinión? ¡Más esperanza tiene el necio que esa gente! El perezoso alega: «¡Un león anda suelto! ¡Está al acecho en el camino y por las calles!» La puerta gira sobre sus bisagras, y el perezoso gira sobre la cama. El perezoso mete la mano en el plato, pero le resulta pesado llevársela a la boca. El perezoso se considera más sabio que siete sabios que sepan aconsejar. Dejarse llevar del enojo en un pleito ajeno es como querer sujetar a un perro por las orejas. Un loco que, en su locura, lanza mortíferas flechas encendidas: ¡eso es el hombre que engaña a su amigo, y luego alega que lo hizo de broma! Sin leña se apaga el fuego, y sin chismosos se acaba el pleito. Para hacer brasas, el carbón; para encender el fuego, la leña; para encender los ánimos, el pendenciero. Los chismes son deliciosos bocados, que penetran hasta lo más profundo. Los labios seductores y el corazón malvado son una vasija de barro bañada en plata barata. El que odia, lo disimula con los labios pero por dentro maquina el engaño. No confíes en quien habla con voz engolada, porque en su corazón hay siete abominaciones. Aunque el odio se encubra con disimulo, la maldad se hará manifiesta en la comunidad. El que cava el foso, en él se cae; al que empuja la piedra, la piedra lo aplasta. La lengua falsa aborrece al que ha herido; la boca zalamera conduce al desastre.
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