Entonces el rey mandó al mismo etíope Ébed Mélec que tomara treinta hombres de la corte, y que fuera a sacar de la cisterna al profeta Jeremías, antes de que se muriera. Ébed Mélec se puso al mando de esos hombres, y entró en la tesorería, que estaba en la parte baja del palacio del rey, y tomó de allí trapos viejos y ropas raídas y andrajosas, y con unas sogas las echó a la cisterna donde estaba Jeremías. Luego el etíope Ébed Mélec instruyó a Jeremías: «Ponte ahora estos trapos viejos, y estas ropas raídas y andrajosas, debajo de los sobacos, para que no te lastimen las sogas.» Y Jeremías lo hizo así. De ese modo, con sogas sacaron a Jeremías de la cisterna, y Jeremías se quedó en el patio de la cárcel.
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A pesar de tanta conectividad y medios sociales, estudios revelan que el aislamiento y la soledad se han convertido en una epidemia. Incluso, podemos llegar a pensar que para Dios también somos invisibles. Este devocional se centra en cuatro “invisibles” que fueron visibles para Dios y los consejos que podemos aprender de ellos cuando nos sentimos invisibles y olvidados.
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