Tú, Señor, eres un Dios santo. Tú existes desde el principio; ¡no nos dejes morir! Tú, Señor, eres nuestra Roca; ¡no hagas que este pueblo nos juzgue y nos castigue! Si por la pureza de tus ojos no soportas ver el mal ni los agravios, ¿por qué soportas ver a quienes nos desprecian? ¿Por qué callas cuando los impíos destruyen a quienes son más justos que ellos? ¡Tratas a la gente como a los peces del mar, como a los insectos, que no tienen quien los gobierne! Los caldeos nos pescan a todos con anzuelos y nos recogen con sus redes. ¡Con gran alegría y regocijo nos amontonan en sus mallas! Luego ofrecen sacrificios a sus redes, y queman incienso a sus mallas, pues gracias a ellas aumentan sus riquezas y su fuente de alimentos. ¡Pero ni así dejan de lanzar sus redes, ni se apiadan de las naciones, a las que siguen destruyendo sin cesar!
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