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Génesis 24:29-67

Génesis 24:29-67 RVC

Ella tenía un hermano que se llamaba Labán, y Labán salió corriendo a ver al hombre, que estaba junto a la fuente. Y es que vio el pendiente y los brazaletes en las manos de su hermana, cuando dijo: «Así me habló aquel hombre.» Labán salió a ver a ese hombre, y lo encontró junto a la fuente, con los camellos. Entonces le dijo: «Bendito del Señor, ¿por qué te quedas afuera? Ven que ya he preparado la casa, y lugar para los camellos.» El hombre fue a la casa, y Labán desató los camellos y les dio paja y forraje. Al hombre y a quienes lo acompañaban les dio agua para que se lavaran los pies, y le sirvieron de comer. Pero él dijo: «No comeré hasta que haya dicho lo que tengo que decir.» Y Labán le dijo: «Habla.» El hombre dijo: «Yo soy criado de Abrahán. Y el Señor ha bendecido mucho a mi amo, y lo ha engrandecido; le ha dado ovejas, vacas, plata, oro, siervos y siervas, camellos y asnos. Sara, la mujer de mi amo, tuvo en su vejez un hijo de mi señor, y mi señor le ha dado a su hijo todo cuanto tiene. Y mi amo me puso bajo juramento. Me dijo: “No tomes como mujer para mi hijo a ninguna de las hijas de los cananeos, en cuya tierra habito; más bien, irás a la casa de mi padre, con mis parientes, y allí tomarás mujer para mi hijo.” Yo le dije: “Tal vez la mujer no querrá seguirme.” Entonces él me respondió: “Yo he andado siempre en presencia del Señor, así que él enviará su ángel para que vaya contigo y prospere tu camino. Y tú tomarás para mi hijo una mujer de mi familia y de la casa de mi padre. Así quedarás libre de mi juramento. Si vas con mi familia, y ellos no te dan a la joven, entonces quedarás libre de mi juramento.” Hoy, al llegar a la fuente, dije: “Señor, Dios de mi señor Abrahán, si tú quieres, prospera el camino por el cual ando. Aquí estoy ahora, junto a la fuente de agua. Permite que la joven que salga por agua, y a la que yo le diga: ‘Por favor, dame de beber un poco de agua de tu cántaro’, y que me responda: ‘Bebe, y sacaré también agua para tus camellos’, que sea esta la mujer elegida por ti, el Señor, para el hijo de mi señor.” Antes de que yo terminara de hablar en mi corazón, vi que Rebeca salía con su cántaro al hombro, y que bajaba a la fuente y sacaba agua. Entonces le dije: “Te ruego que me des de beber.” Enseguida ella bajó su cántaro, y me dijo: “Bebe, y también les daré de beber a tus camellos.” Y yo bebí, y también a mis camellos les dio de beber. Entonces le pregunté: “¿De quién eres hija?” Y ella me respondió: “Soy hija de Betuel, el hijo que Najor tuvo con Milca.” Y le puse un pendiente en la nariz, y brazaletes en los brazos; luego me incliné y adoré al Señor. Bendije al Señor, Dios de mi señor Abrahán, por haberme guiado por el camino de verdad para tomar para su hijo la hija del hermano de mi señor. Y ahora, si ustedes van a tratar a mi señor con misericordia y verdad, díganmelo; y si no, díganmelo también; así sabré a qué atenerme.» Labán y Betuel le respondieron así: «Esto viene del Señor, y no podemos decirte ni bueno ni malo. Aquí tienes a Rebeca; tómala y vete, y que sea la mujer del hijo de tu señor, tal y como lo ha dicho el Señor.» Cuando el criado de Abrahán les oyó decir estas palabras, se inclinó hasta el suelo delante del Señor; luego sacó el criado alhajas de oro y plata, y vestidos, y se los dio a Rebeca. También a su hermano y a su madre les dio cosas preciosas. Luego él y los varones que venían con él comieron y bebieron, y allí pasaron la noche. Al día siguiente se levantaron, y el criado dijo: «Envíenme a mi señor.» Pero su hermano y su madre respondieron: «Que se quede la joven con nosotros por lo menos unos diez días, y después de eso partirá.» Pero él les dijo: «Ya que el Señor ha prosperado mi camino, no me detengan más. Despídanme, y entonces volveré a mi señor.» Entonces ellos respondieron: «Llamemos a la joven, y preguntémosle a ella.» Y llamaron a Rebeca, y le dijeron: «¿Quieres irte con este varón?» Y ella respondió: «Sí, quiero irme con él.» Y así, dejaron ir a su hermana Rebeca y a su nodriza, y también al criado de Abrahán y a sus hombres. A Rebeca la bendijeron así: «Hermana nuestra, que seas la madre de miles y miles, y que tus descendientes conquisten las ciudades de sus enemigos.» Rebeca se levantó entonces, junto con sus doncellas, y montando en los camellos siguieron al criado, el cual tomó a Rebeca y se fue. Isaac, que vivía en el Néguev, regresaba del pozo llamado «El que vive y me ve». Era la hora de la tarde, e Isaac había salido al campo, para meditar. Pero al levantar los ojos, vio que se acercaban los camellos. También Rebeca levantó los ojos, y vio a Isaac. Entonces se bajó del camello, y le preguntó al criado: «¿Quién es este varón que anda por el campo y viene a nuestro encuentro?» Y el criado le respondió: «Es mi señor.» Entonces ella tomó el velo y se cubrió, y el criado le contó a Isaac todo lo que había hecho. Isaac tomó entonces a Rebeca por mujer, y la llevó a la tienda de Sara, su madre, y la amó. Así se consoló Isaac después de la muerte de su madre.