Tenía Rebeca un hermano llamado Labán que salió corriendo al encuentro del criado, quien seguía junto a la fuente. Labán se había fijado en el anillo y las pulseras en los brazos de su hermana, y también la había escuchado contar lo que el criado le había dicho. Por eso salió en busca del criado y lo encontró junto a la fuente, con sus camellos.
—¡Ven, bendito del SEÑOR! —le dijo—. ¿Por qué te quedas afuera? ¡Ya he preparado la casa y un lugar para los camellos!
El criado entró en la casa. Enseguida Labán desaparejó los camellos, les dio paja y forraje, y llevó agua para que el criado y sus acompañantes se lavaran los pies. Cuando le sirvieron de comer, el criado dijo:
—No comeré hasta haberles dicho lo que tengo que decir.
—Habla con toda confianza —respondió Labán.
—Yo soy criado de Abraham —comenzó él—. El SEÑOR ha bendecido mucho a mi amo y lo ha prosperado. Le ha dado ovejas y vacas, oro y plata, siervos y siervas, camellos y asnos. Sara, la esposa de mi amo, le dio en su vejez un hijo, al que mi amo le ha dejado todo lo que tiene. Mi amo me hizo jurar y me dijo: “No tomarás para mi hijo una mujer de entre las hijas de los cananeos, en cuyo país habito. Al contrario, irás a la familia de mi padre y le buscarás una esposa entre las mujeres de mis parientes”.
»Yo pregunté a mi amo: “¿Y si la mujer no acepta venir conmigo?”.
»Él me respondió: “El SEÑOR, en cuya presencia he caminado, enviará su ángel contigo y hará prosperar tu viaje. De esa forma, conseguirás para mi hijo una esposa que pertenezca a la familia de mi padre. Solo quedarás libre del juramento si vas a ver a mi familia y ellos no te conceden a la joven”.
»Cuando hoy llegué a la fuente, dije: “SEÑOR, Dios de mi amo Abraham, si es tu voluntad, te ruego que hagas prosperar mi viaje. Aquí me tienes, a la espera junto a la fuente. Si una joven sale a buscar agua y yo le digo: ‘Por favor, déjeme usted beber un poco de agua de su cántaro’ y ella me contesta: ‘Beba usted y también les daré agua a sus camellos’, que sea ella la mujer que tú, SEÑOR, has escogido para el hijo de mi amo”.
»Todavía no había terminado yo de orar cuando vi que Rebeca se acercaba con un cántaro sobre el hombro. Bajó a la fuente para sacar agua y yo le dije: “Por favor, deme usted de beber”.
»Enseguida bajó ella su cántaro y me dijo: “Beba usted y también les daré de beber a sus camellos”. Mientras yo bebía, ella dio agua a los camellos.
»Luego le pregunté: “¿Hija de quién es usted?”.
Y cuando ella me respondió: “Soy hija de Betuel, el hijo de Najor y de Milca”, yo le puse un anillo en la nariz y pulseras en los brazos, y postrado adoré al SEÑOR. Bendije al SEÑOR, el Dios de Abraham, que me guio por el camino correcto para llevarle al hijo de mi amo una parienta cercana suya. Y ahora, si desean mostrarle lealtad y fidelidad a mi amo, díganmelo; y si no, díganmelo también. Así yo sabré qué hacer».
Labán y Betuel respondieron:
—Sin duda todo esto proviene del SEÑOR, y nosotros no podemos decir ni que sí ni que no. Aquí está Rebeca; tómela usted y llévesela para que sea la esposa del hijo de su amo, tal como el SEÑOR lo ha dispuesto.
Al escuchar esto, el criado de Abraham se postró rostro en tierra delante del SEÑOR. Luego sacó joyas de oro y de plata, y vestidos, y se los dio a Rebeca. También entregó regalos a su hermano y a su madre. Más tarde, él y sus acompañantes comieron y bebieron y pasaron allí la noche.
A la mañana siguiente, cuando se levantaron, el criado de Abraham dijo:
—Déjenme ir a la casa de mi amo.
Pero el hermano y la madre de Rebeca respondieron:
—Que se quede la joven con nosotros unos diez días y luego podrás irte.
—No me detengan —repuso el criado—. El SEÑOR ha prosperado mi viaje, así que déjenme ir a la casa de mi amo.
—Llamemos a la joven, a ver qué piensa ella —respondieron.
Así que llamaron a Rebeca y le preguntaron:
—¿Quieres irte con este hombre?
—Sí —respondió ella.
Entonces dejaron ir a su hermana Rebeca y a su nodriza con el criado de Abraham y sus acompañantes. Y bendijeron a Rebeca con estas palabras:
«Hermana nuestra:
¡que seas madre de millares!
¡Que tus descendientes conquisten
las ciudades de sus enemigos!».
Luego Rebeca y sus criadas se prepararon, montaron en los camellos y siguieron al criado de Abraham. Así fue como él tomó a Rebeca y se marchó de allí.
Ahora bien, Isaac había vuelto del Pozo del Viviente que me ve, porque vivía en la región del Néguev. Una tarde, salió a dar un paseo por el campo. De pronto, al levantar la vista, vio que se acercaban unos camellos. También Rebeca levantó la vista, al ver a Isaac se bajó del camello y preguntó al criado:
—¿Quién es ese hombre que viene por el campo a nuestro encuentro?
—Es mi amo —contestó el criado.
Entonces ella tomó el velo y se cubrió.
El criado contó a Isaac todo lo que había hecho. Luego Isaac llevó a Rebeca a la tienda de campaña de Sara, su madre, y la tomó por esposa. Isaac amó a Rebeca y así se consoló de la muerte de su madre.