Pero su corazón se envaneció, y se endureció su espíritu orgulloso, y por eso fue depuesto del trono y despojado de su gloria.
Expulsado de entre los hombres, su mente se volvió semejante a la de las bestias, y convivió con los asnos monteses. Fue alimentado con hierba, como los bueyes, y su cuerpo lo empapó el rocío del cielo, hasta que reconoció que el Dios altísimo es el señor del reino de los hombres, y que él entrega dicho reino a quien él quiere.
Pero Su Majestad Belsasar no ha humillado su corazón ante Dios, aun cuando sabe todo esto y es hijo del rey Nabucodonosor.
Lejos de eso, Su Majestad, en su soberbia, se ha levantado contra el Señor del cielo, ha mandado traer los vasos del templo de Dios, y tanto Su Majestad como sus invitados, y sus mujeres y concubinas, han bebido vino en ellos. Y no solo eso, sino que Su Majestad ha dado alabanza a dioses de plata y oro, y de bronce, hierro, madera y piedra, ¡dioses que ni ven ni oyen nada, ni saben nada! En cambio, Su Majestad nunca ha honrado al Dios en cuya mano está su vida y todos sus caminos.
»Por eso ha salido de la presencia de Dios la mano que ha trazado esta escritura.
Lo que la escritura dice es lo siguiente: MENE, MENE, TEKEL, PARSIN.
Y lo que significa es: MENE: Dios ha llamado a cuentas al reino de Su Majestad, y le ha puesto fin.
TEKEL: Dios ha pesado a Su Majestad en una balanza, y su peso deja mucho que desear.
PARSIN: Dios ha dividido el reino de Su Majestad, y se lo ha dado a los medos y a los persas.»
Belsasar ordenó entonces que Daniel fuera vestido de púrpura, que se le pusiera en el cuello un collar de oro, y que fuera proclamado como el tercer señor del reino.
Esa misma noche Belsasar, rey de los caldeos, murió asesinado,
y el reino quedó en manos de Darío de Media, cuando este tenía sesenta y dos años.