En ti, SEÑOR, busco refugio;
jamás permitas que me avergüencen.
Por tu justicia, rescátame y líbrame.
Inclina a mí tu oído y sálvame.
Sé tú mi roca de refugio
adonde pueda yo siempre acudir;
da la orden de salvarme,
porque tú eres mi roca y mi fortaleza.
Líbrame, Dios mío, de manos de los malvados,
del poder de los perversos y crueles.
Tú, Soberano SEÑOR, has sido mi esperanza;
en ti he confiado desde mi juventud.
Desde el vientre de mi madre dependo de ti;
desde el seno materno me has sostenido.
¡Por siempre te alabaré!
Para muchos, soy motivo de asombro,
pero tú eres mi refugio inconmovible.
Mi boca rebosa de tu alabanza
y todo el día proclama tu grandeza.
No me rechaces cuando llegue a viejo;
no me abandones cuando me falten las fuerzas.
Porque mis enemigos murmuran contra mí;
los que me acechan se confabulan.
Y dicen: «¡Dios lo ha abandonado!
¡Persíganlo y aprésenlo,
pues no hay quien lo libere!».
Dios mío, no te alejes de mí;
Dios mío, ven pronto a socorrerme.
Que perezcan humillados mis acusadores;
que se cubran de deshonra y de vergüenza
los que buscan mi ruina.
Pero yo siempre tendré esperanza
y más y más te alabaré.
Todo el día proclamará mi boca
tu justicia y tu salvación,
aunque es algo que no alcanzo a descifrar.
Mi SEÑOR y Dios, relataré tus obras poderosas
y haré memoria de tu justicia,
de tu justicia solamente.
Tú, oh Dios, me enseñaste desde mi juventud
y aún hoy anuncio todos tus prodigios.
Aun cuando sea yo anciano y peine canas,
no me abandones, oh Dios,
hasta que anuncie tu poder a la generación venidera,
y dé a conocer tus proezas a los que aún no han nacido.
Oh Dios, tú has hecho grandes cosas;
tu justicia llega a las alturas.
¿Quién como tú, oh Dios?