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Salmo 36:1-12

Salmo 36:1-12 NVI

El pecado habla al malvado en lo profundo de su corazón. No hay temor de Dios delante de sus ojos. Cree que merece alabanzas, al punto de no hallar aborrecible su propio pecado. Sus palabras son malvadas y engañosas; ha perdido el buen juicio y la capacidad de hacer el bien. Aun en su lecho trama hacer iniquidad; se aferra a su mal camino y no rechaza la maldad. Tu amor, SEÑOR, llega hasta los cielos; tu fidelidad alcanza las nubes. Tu justicia es como las altas montañas; tus juicios, tan profundos como el mar. Tú, SEÑOR, cuidas de hombres y animales; ¡cuán precioso, oh Dios, es tu gran amor! Todo ser humano halla refugio a la sombra de tus alas. Se sacian de la abundancia de tu casa; les das a beber en el río de tus delicias. Porque en ti está la fuente de la vida y en tu luz podemos ver la luz. Extiende tu amor a los que te conocen y tu justicia a los de corazón sincero. Que no me aplaste el pie del orgulloso ni me desarraigue la mano del impío. Vean cómo fracasan los malvados: ¡fueron derribados y no pueden levantarse!

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