A los malvados el pecado les susurra en lo profundo del corazón; no tienen temor de Dios en absoluto. Ciegos de presunción, no pueden ver lo perversos que son en realidad. Todo lo que dicen es retorcido y engañoso; se niegan a actuar con sabiduría o a hacer el bien. Se quedan despiertos por la noche tramando planes pecaminosos. Sus acciones nunca son buenas; no hacen ningún intento por alejarse del mal. Tu amor inagotable, oh SEÑOR, es tan inmenso como los cielos; tu fidelidad sobrepasa las nubes. Tu rectitud es como las poderosas montañas, tu justicia, como la profundidad de los océanos. Tú cuidas de la gente y de los animales por igual, oh SEÑOR. ¡Qué precioso es tu amor inagotable, oh Dios! Todos los seres humanos encuentran refugio a la sombra de tus alas. Los alimentas con la abundancia de tu propia casa y les permites beber del río de tus delicias. Pues tú eres la fuente de vida, la luz con la que vemos. Derrama tu amor inagotable sobre los que te aman; haz justicia a los de corazón sincero. No permitas que los orgullosos me pisoteen ni que los malvados me intimiden. ¡Miren! ¡Han caído los que hacen el mal! Están derribados, jamás volverán a levantarse.
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