A esto respondió así Elifaz de Temán: «Tal vez no puedas aguantar que alguien se atreva a decirte algo, pero ¿quién podrá quedarse callado? Tú, que impartías instrucción a las multitudes y fortalecías las manos decaídas; tú, que con tus palabras sostenías a los que tropezaban y fortalecías las rodillas que flaqueaban; ahora que afrontas las calamidades, ¡no las resistes!; ¡te ves golpeado y te desanimas! ¿No debieras confiar en que temes a Dios y en que tu conducta es intachable?
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